EL DESARROLLO ECONÓMICO
ESPAÑOL EN EL SIGLO XIX CENTRADO EN LA INDUSTRIA. 2010
El desarrollo económico español en el XIX presenta un
ritmo distinto al europeo y está marcado por numerosas dificultades que
hará que se produzca de un modo débil y
moderado. Entre las dificultades y factores que dificultan el desarrollo
económico podemos destacar:
- La débil entrada del liberalismo
económico y la escasa burguesía industrial y comercial.
- Los obstáculos físicos y naturales:
relieve difícil y escasas materias primas y fuentes de energía.
- La débil transformación del sistema
agrario: agricultura tradicional. No proporciona beneficios ni libera mano de
obra.
- La reducida capacidad de consumo del
mercado interior (poca población y de nivel de renta muy bajo).
- La falta de competitividad de los
productos españoles.
- La falta de capitales y la
preferencia por inversiones especulativas.
- La despreocupación por las
innovaciones técnicas unida a la mentalidad de los empresarios y políticos que
prefirieron la protección del Estado y la explotación de lo trabajadores a la
innovación y competitividad.
- Los problemas originados por la
Guerra de Independencia y la pérdida de América.
- La falta de un mercado nacional
integrado. En este sentido Jaime Balmes (Doc. 1) señala el inconveniente que
supone para el desarrollo económico la existencia de un centro que se encuentra
“poco menos que muerto” (Doc. 1, Lín 3) y de su incapacidad para ser motor de la industrialización. El
interior de España es eminentemente agrícola y con escasa transformación en una
agricultura comercial, lo que repercute negativamente en la instalación de
industrias agroalimentarias. Además, existe una gran distancia entre los
centros productores debido a la lenta modernización de los medios de
transporte.
Estos son algunos de los elementos que dificultan el
desarrollo económico en España, lo que unido a la destrucción de la guerra de
la Independencia y a la pérdida del mercado colonial americano aumenta los obstáculos citados anteriormente.
Las industrias a principios del XIX eran fundamentalmente
pequeñas y con poco capital que se beneficiaban de las políticas proteccionistas
que estaban vigentes (sistema general de aduanas de 1820 que regula el sistema
proteccionista hasta el arancel librecambista de Figuerola de 1869, y vuelta al
proteccionismo en 1890), que limitaban la competencia y la modernización.
El arranque del proceso de industrialización se produce
en el sector textil en Cataluña. Que se convierte en uno de los principales
sectores industriales. Este es el primero que adopta los nuevos métodos de
producción y donde se introducen las máquinas de hilar y tejer hidráulicas o
movidas por vapor (fábrica de los hermanos Bonaplata) a principios del siglo
XIX. En el documento 4 se nos presenta un texto en que se destaca la
importancia de la industria en Cataluña, sobre todo en el sector textil de la
lana y la seda, en los años 60. También llama la atención sobre los artefactos
(máquinas) que presentan en las exposiciones extranjeras. Ello nos indica la importancia a la que ha
llegado este sector textil en Cataluña y que se había iniciado en la década de
los 30, cuando se había introducido las maquina de hilar y tejar movidas por
vapor en la producción de algodón. Aunque su crecimiento estuvo condicionado
por la carencia de materia primas (había que importar el algodón de América),
de fuentes de energía y de la falta de competitividad por la dependencia
tecnológica con el exterior. El gran salto en el sector textil se produce una
vez superada la crisis del 68 (la falta del algodón americano por la guerra de
Secesión había cortado el crecimiento que se venía produciendo desde los años
40) y al beneficiarse de los avances en otros sectores como el transporte. A
pesar de todos estos esfuerzos la producción siguió siendo limitada,
concentrada geográficamente y con unos costes de producción muy elevados.
El segundo sector que destaca en su desarrollo es la
siderurgia. En el documento 3 se nos
presenta una tabla con la producción (en millares de toneladas) de hierro
colado en las principales zonas de producción en España en el periodo de 1861 a
1900. Los focos principales son los de Málaga, Asturias y Vizcaya. En la tabla
también aparece Sevilla y el total de otras zonas (deben estar incluidos los
datos de Cataluña y Toledo, lugares en los que también había algún
establecimiento siderúrgico. La evolución de estos focos refleja las
dificultades energéticas y las dificultades para la introducción de tecnologías
procedentes del exterior. La siderurgia malagueña fue la pionera en la
introducción de los altos hornos (1830-64), un avance que aumentaba la
producción de hierro, pero fracasó debido al empleo de carbón vegetal que
encarecía sus costes de producción y por la competencia de otras regiones. En
la tabla vemos como su producción en periodo de 1861 a 65 es de 12,43 y a
partir de ahí va en disminución y desaparece en 1886. Otro foco importante es
el asturiano que se desarrolla, sobre
todo, en el periodo 1864-79, en 1861-65 tiene 13,17 en 1900 llega a 52,10, pero
no se consolida al carecer de un carbón de calidad y por la falta de demanda de
productos industriales (coincidirá con las franquicias del Bienio para
introducir materiales para la construcción del ferrocarril lo que le restará
demanda). Después, el foco siderúrgico vasco que será el que se consolidará al
contar con el carbón galés (coque), al desarrollo conjunto de industrias
mecánicas y navales y la vuelta a la política proteccionista en los años 90,
que reserva el mercado español para la producción vasca. En la tabla vemos la
producción de Vizcaya en el periodo 1861-65 solo llega a la 11,73 millares de
toneladas, pero en 1900 alcanza las 227, 69, muy por encima del resto de
lugares.
En estos lugares es también donde se sitúan los
principales focos industriales. En torno a Málaga y Sevilla se encuentran
además de las industrias siderúrgicas, se encuentran las industrias extractivas
(cobre, mercurio), aunque no ejercieron un gran impulso en la zona dado que
estaban en manos de compañías extranjeras (inglesas y francesas), y la
industria textil, sobre todo, algún sector especializado como el de la seda. En
Asturias y el País Vasco las industrias del carbón y del hierro y metalúrgicas,
naval, etc. Cataluña es el foco con mayor producción industrial y más
diversificado. En el Doc 4, se cita el sector textil (lana y seda), la
producción de máquinas, la producción de papel, etc. Su proceso de
industrialización arranca unido al sector textil (fábrica de Bonaplata, 1832)
en el que se instalan las primeras máquinas movidas por el vapor y los modos de
producción capitalistas. Paralelamente se desarrolla la metalurgia de transformación
y las industrias química, papelera etc. También adquieren desarrollo las
actividades relacionadas con el mundo agrario (vinos, corcho, etc.). A finales
de siglo aparecen también las industrias eléctricas de producción y
distribución. Todas estas actividades se vieron favorecidas por el
establecimiento del proteccionismo del mercado interior. En el resto de España
la industria en el XIX está muy poco desarrollada. Como nos indica el doc. 1,
en el interior hay muy poco industria y se concentra sobre todo en la
periferia.
Por lo que respecta a Galicia podemos decir que el
desarrollo industrial es pobre. Los sectores tradicionales (textil, curtidos,
etc.) se arruinaron por la competencia de otras zonas. El lino se arruinó por
la competencia del algodón. Destaca la industria de conservas de pescado que
parte de las tradicionales industrias de salazón, sobre todo a finales del XIX
y en las Rías Bajas. Esta industria se vio favorecida por tener acceso a las
materias primas de forma fácil (aceite, sal, sardina) y por el capital
invertido (salazón, conservero, familias…). Junto a la industria de conserva se
desarrolla, la naval, la de hojalata, litográfica, etc. Debemos mencionar
también la instalación de pequeñas empresas de electricidad y minería.
En conjunto, los dos sectores principales, textil y
siderúrgico, son pequeños con unos niveles de producción y demanda limitados y
concentrados en la periferia de España, lo que dificulta la creación de un
mercado nacional integrado.
El tercer gran sector productivo lo constituye el
ferrocarril. En el desarrollo económico también es fundamental el progreso
realizado en los medios de transporte. A lo largo del siglo XIX los medios de
transporte se van modernizando. El transporte por carretera era muy deficiente,
los canales eran casi inexistentes; era necesario realizar una modernización.
El salto definitivo vendrá de la mano del ferrocarril. Pero al igual que en el
resto de los sectores su implantación será deficiente. La llegada del
ferrocarril a España es tardía. La primera línea se abre en 1848 uniendo
Barcelona y Mataró. Habrá que esperar a 1855, durante el Bienio Progresista,
para que salga a la luz la Ley de Ferrocarriles. En el Doc. 2 se nos presentan
unos fragmentos de la Ley general de ferrocarriles de 1855. Esta ley propiciará
un crecimiento espectacular por el apoyo del Estado (subvenciones y franquicias
arancelarias para importar materias primas) y la entrada masiva de capital
extranjero (francés), facilitada por las concesiones estatales (se conceden por
un mínimo de 99 años, para garantizar unos grandes beneficios) y con los
capitales asegurados (art. 19: “…exentos de represalias…”). En ese momento
había que construir con rapidez para dar salida a las producciones de cereal
del interior y satisfacer las demandas de los productores (burgueses inversores
en tierra y nobleza –apoyan el liberalismo-). Por eso la ley concede tantas
ventajas a los inversores. Pero en esta Ley aparecen aspectos que van a
condicionar la historia económica posterior. Uno de ellos fue la estructura
radial con centro en Madrid que se impuso. Este aspecto consolida un estado
centralizado pero que no articula el mercado ni relaciona las regiones (no
llega el tren a Galicia - no llegara hasta 1872- y no hay conexión
Madrid-Valencia; las conexiones periféricas están sin construir; no se
relaciona Andalucía y Extremadura-León, tampoco se conecta con el Levante).
Otro fue el ancho de vía establecido (más ancho que el europeo, al parecer para
poder montar locomotoras más potentes y no para evitar invasiones como algún
crítico quiso ver) que dificultará los intercambios internacionales. Otro, la
autorización, por la ley de 1855, para importar los productos necesarios para
su construcción, mermará el desarrollo interno (no se emplea la siderurgia
asturiana) y favorecerá las economías extranjeras (Francia, que es la que
invierte en la construcción de las líneas férreas). Finalmente, la construcción
quedó en manos de compañías privadas (extranjeras) con lo que los beneficios no
revirtieron dentro de España.
De cualquier modo la llegada del ferrocarril, aunque
lenta, tuvo como consecuencias:
Fue un elemento decisivo
en el proceso de modernización económica.
Contribuyó a la
integración de las distintas regiones y a la formación de un mercado nacional.
Ayudó a la disminución
de los precios y al aumento de los intercambios.
Aumento la demanda de
trabajo.
En el proceso de construcción podemos señalar cuatro
etapas: la primera hasta 1855 de escasa construcción. La segunda entre 1855 y
1868: de fuerte crecimiento. La tercera de 1868-1676: paralización por la
crisis económica. La cuarta de 1876-1900: relanzamiento en la construcción.
Estos son los principales sectores y avances que se
producen en el desarrollo económico durante el XIX relacionados con la
industria. A estos avances en la
industria habría que añadir los avances en la agricultura, el comercio y las reformas realizadas por el Estado liberal en el sistema monetario (como la unificación
monetaria (peseta en 1869)) y financiero (bancos) y en el sistema fiscal
(reforma de Mon).
El balance de todo este desarrollo en el proceso de
industrialización para algunos
historiadores, como Jordi Nadal, supone un fracaso. Para otros, como Gabriel
Tortella (Doc. 5), en España no llega a producirse una revolución industrial
como en Inglaterra, pero si se han hecho grandes esfuerzos (Doc. 5, Lín.
3) para industrializar el país. G.
Tortella prefiere hablar de una lentitud, no fracaso, de un “patrón latino de modernización”
que puso las bases, de un modo débil y lento, de la industria moderna en
España.
Se
puede ampliar algo.
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