LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL Y TENDENCIAS POLÍTICAS
Entre 1808 y 1833 España vivió un
largo proceso histórico caracterizado por el enfrentamiento entre dos modelos
políticos e ideológicos bien diferenciados: absolutismo y liberalismo. La
influencia de la revolución francesa y la invasión napoleónica marcaron el
inicio de la revolución liberal en España que tuvo su máxima expresión en la
Constitución de 1812. El retorno de
Fernando VII en 1814 supuso el restablecimiento del absolutismo y del A.R. que,
exceptuando el periodo 1820-1823, se mantuvo hasta su muerte. Fue durante el
reinado de su hija Isabel II (1833-1868) cuando el liberalismo se asentó
definitivamente en España, pero se produjeron mayores dificultades que en otros
países de Europa Occidental con mayor grado de desarrollo. La cronología de la
época de Isabel II la podemos dividir en dos partes, etapa de regencias: a)
María Cristina (1833-1840), b) general Espartero (1840-43); reinado personal
(1843-68): a) década moderado (1844-54), b) Bienio progresista (1854-56), c)
Gobiernos de la Unión Liberal (56-63) y final -descomposición- (1864-68).
El liberalismo puede definirse
como una corriente de pensamiento que defiende un nuevo concepto de poder y de
sociedad basado en la libertad, igualdad jurídica, limitación de la autoridad y
participación política de los ciudadanos frente al absolutismo y a los
privilegios del A.R. Entre sus principios destacamos: igualdad de todos ante la
ley, limitación del poder político, soberanía de la nación, división tripartita
del poder (ejecutivo, legislativo y judicial), participación de los ciudadanos
en el sistema político, existencia de una Constitución como ley suprema
fundamental…
La primera llegada del liberalismo se produce con la convocatoria
de las Cortes de Cádiz, la legislación que promulgan y la redacción de la Constitución de 1812. Tendrá pocos efectos en
ese momento, por el contexto de la guerra de Independencia y su posterior
anulación con el regreso de Fernando VII.
Vuelve a estar vigente durante el Trienio Liberal (1820-23) pero con
poca efectividad práctica. Hay que esperar a la muerte de Fernando VII para que
se produzca la verdadera construcción del liberalismo. Pero la Constitución de
1812 tendrá mucha influencia en los textos posteriores y entre sus principales características podemos
señalar: HAY QUE SEÑALAR PRINCIPIOS DE LA CONSTITUCIÓN: En lo que respecta a
la soberanía, se establece la soberanía nacional, en contraposición a la
soberanía real, pero podemos interpretar como una soberanía de tipo popular ya
que se expone, en la Constitución, que la Nación es la reunión de todos los
españoles de ambos hemisferios, y que las Cortes son la reunión de los
diputados que representan la Nación, es decir, ejercen la soberanía en
representación de todos los españoles. Además, reforzando esa idea, se
establece el sufragio universal masculino, para la elección de diputados
(aunque indirecto en cuatro fases). La
forma de gobierno que se establece es la de una monarquía moderado y limitada,
hereditaria en la familia Borbón. Se establece la división de poderes: el
Legislativo en una única cámara… etc…. HAY QUE COMPLETAR……… ESTA CONSTITUCIÓN SE APRUEBA EN EL CONTEXTO
DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA, UNIDO AL PROCESO DE ELECCIÓN DE DIPUTADOS Y
TENIENDO EN CUENTA QUE HAY QUE CONCILIAR POSICIONES ENTRE LOS ABSOLUTISTAS Y
LIBERALES PARA LUCHAR CONTRA LOS FRANCESES. …Es de las más radicales, tendrá
influencia, pero en los años posteriores, como veremos, sus principios se irán
moderando.
A la muerte de Fernando VII,
siendo menor de edad Isabel II, inicia la
regencia María Cristina, que comienza a gobernar introduciendo pocas
reformas liberales (gobierna con Cea Bermúdez que hace un gobierno absolutista
moderado pretendiendo eludir las presiones carlistas y las liberales), por lo
que no tiene el apoyo suficiente. El inicio de la guerra carlista, después de
la reclamación del trono por parte de Carlos María Isidro (Manifiesto de
Abrantes de 1833) la lleva a hacer el primer cambio llamando a Francisco
Martínez de la Rosa (un liberal moderado “doceañista”), que desarrolla unas
pequeñas reformas a través del llamado régimen del Estatuto Real. Estas
reformas tampoco satisfacen a los liberales por lo que, ante el avance del
carlismo, tiene que llamar a los liberales más progresistas en 1835. Entran los
progresistas con Juan Álvarez Mendizábal al frente (sept. de 1835). Aplican
reformas liberales (reformas económicas, desamortización, reforma ejército,
etc.), pero los más moderados se asustan, por lo que es cesado (mayo de 1836).
María Cristina llama a liberales, pero más moderados (Istúriz, que era
contrario a la desamortización), pero una revuelta de sargentos en el palacio
de la Granja, el 12 y 13 de agosto 1836, obliga a llamar de nuevo a los
progresistas (la revuelta viene precedida de protestas de los liberales
progresistas en diversas ciudades de al haber sido cesado Mendizabal, por la
entrada de los moderados, por las supuestas manipulaciones de las elecciones a
las Cortes del Estatuto Real que daban la victoria a los moderados, por el
avance del carlismo en la guerra, y porque los soldados de la guardia no
cobraban). De este modo el liberalismo triunfa definitivamente y se inicia la
construcción del Estado liberal en España. Se extiende entre 1836 y 1868, un
largo periodo que está dominado por el liberalismo moderado que es el preferido
por la monarquía. El liberalismo progresista solo está vigente de 1836 a
1843 (aunque los moderados controlan el poder desde finales del 37 hasta que
llega Espartero) y durante el Bienio Progresista, de 1854 a 1856, los moderados
dominan desde 1844 hasta la caída de Isabel II. En esa construcción podemos
hacer referencia a la presencia de algunos rasgos
característicos:
-El establecimiento de un liberalismo
moderado (doctrinario) al igual que en Europa. Un liberalismo alejado de
los excesos revolucionarios y de las demandas populares. Fue la corriente
ideológica dominante durante el periodo isabelino, se caracterizó por una monarquía
constitucional en la que el rey ejercía el poder ejecutivo y compartía el poder
legislativo con las Cortes; por una soberanía compartida; por un sufragio
censitario; por una limitación de los derechos individuales y por el
catolicismo de Estado. Estos principios eran, además, los preferidos por Isabel
II. Estos principios fueron asumidos, en mayor o menor medida, por los
grupos burgueses, pero existieron diferencias a la hora de ponerlos en práctica
y provocó la división de los liberales doctrinarios en moderados y
progresistas.
-Por el establecimiento de una monarquía
constitucional, pero una Corona con poder (más en los moderados), la
Corona reina y gobierna a través de sus ministros. La Corona comparte soberanía
con las Cortes (su poder viene legitimado por ser la institución que da unidad
al reino –institución tradicional junto a las Cortes-, por teoría del origen
divino de su poder (rey por la gracia de Dios) y por ser representante de la
nación. La Corona tiene iniciativa legislativa e interviene en la formación del
Congreso y del Senado.
-Por el establecimiento de un estado
unitario y centralizado. Diferencia entre los moderados: muy centralizado y
los progresistas: cierta descentralización (elección de alcaldes).
-Por el establecimiento de un estado
controlado por las clases propietarias (gobierno oligárquico). Deben
gobernar los capaces, los inteligentes (el éxito y el dinero es expresión de
eso). Deben votar solo los capacitados y por eso se establece el sufragio
censitario (más en los moderados y menos en los progresistas).
-Por la limitación de los derechos
individuales, que debían estar regulados y con límites precisos, para
evitar el desorden y favorecer a los grupos burgueses.
-Por una peculiar alternancia en el gobierno: ya que los cambios de
gobierno no son fruto de un proceso electoral libre, sino que está presente la
actuación de la Corona que es quien cesa y nombra el jefe de gobierno ante una
crisis. Y el jefe nombrado es quien controla el proceso electoral y consigue la
victoria en las elecciones (fraude). Isabel II tendrá preferencia por el
nombramiento de liberales moderados. Por eso otro rasgo de la construcción del
liberalismo es el recurso al pronunciamiento por parte de la oposición para
acceder al poder.
-Por el recurso al pronunciamiento para acceder al poder por parte de la
oposición. Quien ostenta el poder intenta monopolizarlo y, además, la reina prefiere a los moderados, de ahí que
la oposición tenga que recurrir a la realización de un pronunciamiento
encabezado por un militar o grupo de militares con apoyo de sectores civiles del
signo moderado o progresista (en función de quien está en el poder), para que
la reina nombre un nuevo gobierno (si ya accede al conocerse el
pronunciamiento) o, si se niega al cambio, que se formen Juntas revolucionarias
en varias ciudades de España y se tenga que producir un enfrentamiento militar
entre los partidarios de las dos tendencias políticas, para alcanzar el poder.
Así se producen el motín de los sargentos de la Granja en agosto de 1836
que supone la llegada de los liberales progresistas y la reposición de la
Constitución de 1812; la caída de la regente María Cristina tras la formación
de multitud de juntas revolucionaria en varias ciudades como respuesta a la
publicación de la nueva Ley de Ayuntamientos de 1840 (de signo moderado); el
pronunciamiento de Torrejón de Ardoz de 1843 protagonizado por el general
Narváez (moderado) que provoca la caída del Regente general Baldomero
Espartero; el pronunciamiento de Vicálvaro, entre el 28 de junio y el 28 de julio de
1854, que protagoniza el general Leopoldo O'Donnell (moderado) seguido a
continuación de una insurrección popular que pone fin a la Década Moderada; el
pronunciamiento del almirante Topete y del general Serrano (entre otros) el 18
de septiembre de 1868 (¡Viva España con honra!) que da inicio a la
revolución Gloriosa o Septembrina con la que remata el reinado de Isabel II.
-Por la constante intervención del ejército en la vida política,
debido a la debilidad de la burguesía y de los partidos políticos. Los partidos
políticos son agrupaciones de personalidades con prestigio y necesitan gente
con popularidad para ganar las elecciones, por eso se integran los militares en
los partidos políticos. Los militares obtienen prestigio con sus victorias
(mitificación del militar -Espartero ante los carlistas-). Los partidos son
débiles frente al poder del gobierno y necesitan el respaldo militar para
derribarlo. No hay burgueses civiles con prestigio. La idea de que un gobierno
militar garantiza un gobierno fuerte capaz de resolver los problemas. Hay que
señalar que los militares secundan las ideas civiles, pero no establecen ni
imponen una dictadura militar. Estos altos mandos militares son los “espadones”
que dominan la vida política en la época de Isabel II, entre ellos destacan:
Espartero, Narváez, Prim, Serrano, Topete, O´Donnell, etc.
-Por la alternancia de varias constituciones: la reposición de la
Constitución del 12, la Constitución de 1837 y el proyecto de Constitución de
1856 –la non nata- (de carácter
progresista), y la Constitución moderada de 1845. Se suceden por la falta de entendimiento entre las distintas
tendencias políticas que intentan imponer su modelo político y monopolizar
el poder. Por eso se sucede la alternancia convulsa entre los distintos
partidos y cada tendencia al estar en el poder quiera establecer su modelo a
través de la imposición de una nueva constitución.
En cuanto a las tendencias políticas que
tenemos en estos momentos podemos decir: No se trata de partidos
políticos como los actuales. Los partidos políticos fueron los instrumentos
para proveer de representantes a las instituciones del Estado y organizar las
diferentes políticas. Estos primeros partidos tuvieron poco arraigo social ya
que no eran más que una agrupación de personalidades alrededor de un notable,
civil o militar, y no contaban con programas políticos elaborados. Se trataba
de corrientes de opinión vinculadas por relaciones personales o por intereses
económicos que se unían para participar en las elecciones. Los cambios de
partido eran frecuentes. Los partidos liberales estuvieron encabezados
generalmente por espadones, que eran generales del ejército que adquirieron
protagonismo político debido a la amenaza carlista y se convirtieron en únicos
garantes del trono de Isabel II y árbitros de la situación política.
Al
inicio de la época isabelina tenemos dos tendencias principales, los
partidarios del liberalismo y los del absolutismo.
Estos últimos vas quedando con pocos partidarios, y cuando se inicia la
Regencia de María Cristina, los más absolutistas, se alían con Carlos María
Isidro en la lucha por el trono; reciben el nombre de carlistas: agrupaba a los
defensores de la monarquía absoluta, de la Iglesia Católica y de la
conservación del sistema foral (Dios, Patria y Foros), son tradicionalistas,
antiliberales (rechazan reformas impositivas y cambios liberales) e idealizan
el medio rural y rechazo de la sociedad urbana e industrial; tienen el apoyo
de una parte de la nobleza rural, del
clero, del artesanado y del campesinado del País Vasco, Navarra, parte de
Cataluña, Aragón y Valencia. Descontentos con las reformas liberales y con la
Regencia de María Cristina inician la 1ª guerra carlista (1833-1839). Después
la derrota del carlismo y la firma de Convenio de Vergara en 1839 (entre el
general Rafael Maroto y el general Espartero), por el que se aceptaba el
mantenimiento de los fueros en las provincias vascas y Navarra, así como la
integración de los oficiales carlistas en el ejército, el carlismo/absolutismo
tendrá muy pocos seguidores, aunque provocarán dos guerras más (1846-1849 y
1872-76) que no tendrán mucha importancia.
La otra
gran tendencia la constituye el
liberalismo. Al principio es un único grupo frente al absolutismo, pero
poco a poco se van a ir diferenciando dos tendencias que empiezan a gestarse
durante el Trienio Liberal, entre los llamados “doceañistas”, (partidarios de
reformar la Constitución del 12 en sus aspectos más radicales, aumentar el
poder de la Corona, suprimir el sufragio universal) y los “veinteañistas”
(profundizar en las reformas). Esta división se consumará en los años 30 dando
lugar a los liberales moderados y los progresistas. El liberalismo fue la
expresión ideológica de los intereses de la burguesía y no formó una doctrina
ideológica homogénea ya que distinguimos entre un liberalismo doctrinario o
moderado y un liberalismo progresista. Ambos aceptan: el modelo de Estado centralista
liberal-parlamentario; la existencia de una ley máxima o texto constitucional
que recoja: los derechos y deberes de los ciudadanos, la división de los tres
poderes y las características del jefe de Estado, gobierno y administraciones;
el sometimiento de todos los ciudadanos a los mismos códigos de leyes y a la
misma jurisdicción de justicia; El concepto de propiedad privada individual; el
sufragio o derecho a elegir y ser elegido, siempre solo para los propietarios.
Pero difieren en muchos aspectos como vamos a ver ya que las dos tendencias
políticas representan los intereses de dos bases sociales distintas:
La base social de los liberales
moderados está integrada por una parte de los terratenientes, de los grandes
burgueses (industriales, comerciantes, banqueros), de los altos mandos del
ejército, de los compradores de las tierras desamortizadas...
La base social de los liberales
progresistas está integrada por los pequeños comerciantes, los empleados, los
mandos inferiores del ejército, intelectuales y profesionales liberales.
En los moderados o conservadores, su principal representante fue el
general Ramón Narváez, duque de Valencia). Otros dirigentes son: Luis Gonzáles
Bravo, Istúriz, Juan Bravo Murillo. Asumieron plenamente los principios del
liberalismo doctrinario y fueron férreos defensores de la exclusión de las
masas de la participación política y de un Estado unitario y centralizado a
través del control de la vida municipal por el gobierno central (nombramiento
de los alcaldes por el gobierno). La
Constitución de 1845, expone los principios del moderantismo entre los que
destacamos: la soberanía desaparece del texto constitucional y se entiende
compartida entre el rey y las Cortes (art. 12), un sufragio fuertemente
censitario, confesionalidad católica del Estado (art. 11), Cortes bicamerales
(Congreso electivo y Senado de designación real vitalicio) (art. 13) y
restricción de las libertades individuales entre las que destacamos la censura
previa. En esta Constitución se establecía además la supremacía política de la
Corona: tenía el poder ejecutivo, compartía la soberanía y el poder legislativo
con las Cortes, nombraba libremente el gobierno, tenía derecho a veto,
designaba a los senadores y tenía el poder de suspender, disolver y convocar
las Cortes casi sin limitación. Acompañando esta Constitución desarrollan una
legislación (promulgada sobre todo entre 1845 y 1854) para imponer su modelo,
entre ella destacamos: la Ley de administración local y ayuntamientos de 1845,
la reforma fiscal de la Hacienda, 1845, obra de Alejandro Mon y Ramón
Santillán; la Ley de imprenta, 1845, obra de Pidal que impone la autorización
previa del jefe político de la provincia para cualquier publicación; la
creación de la Guardia Civil en 1844 y la supresión de la Milicia Nacional, y
un nuevo Concordato con la Santa Sede en 1851. Toda esta legislación
consolidaba un sistema políticamente autoritario y excluyente, socialmente
oligárquico y administrativamente centralista. Que era posible imponer por la aplicación
de una fuerte represión sobre las otras opciones políticas y las
reivindicaciones sociales, con el uso sistemático del ejército y la Guardia
Civil, del aparato judicial y del dominio ideológico de la iglesia sobre una
población mayoritariamente analfabeta.
Los
moderados o el moderantismo tampoco componen un grupo homogéneo. Entre ellos
también hay varias tendencias: El
grupo de Narváez, que podemos considerar de centro; LOS VILUMISTAS: Partidarios
del ministro marqués de Viluma: pretendieron integrar el carlismo mediante el
matrimonio de Isabel II con el sucesor de D. Carlos, regresar a una carta
otorgada y dar marcha atrás a las desamortizaciones; enlazan con el movimiento
neocatólico; Y LOS PURITANOS: Liderados por Joaquín F. Pacheco (será jefe de
gobierno de marzo a agosto de 1847). Defendieron la Constitución de 1837 e
integrar a los progresistas. Defendían la legalidad y tolerancia, por eso
fueron llamados puritanos.
Los moderados controlan el poder
entre 1844 y 1854 (década moderada) y entre 1864 y 1868 con nuevos gobiernos de
Narváez, O´Donnell y Luis González Bravo, que recurren al autoritarismo y la
represión para mantenerse en el poder frente a la crisis económica, política y
social que caracteriza el final del reinado de Isabel II.
De los
moderados se producirá una escisión en
1854 formándose con el nombre de Unión Liberal un nuevo partido que atrajo
a su seno a los grupos puritanos de los moderados y a los más conservadores del
progresismo. Pretendía constituirse como una opción centrista entre los dos
partidos clásicos, pero no presentaba ideológicamente ninguna novedad. Era
básicamente una unión política con finalidades de gobierno que agrupaba a los
sectores descontentos con la política moderada. Sus impulsores fueron el
general Leopoldo O´Donnell y el general Serrano. Tambíen formó parte el general
Prim y el general Topete. El O´Donnell ejerció el poder en la última etapa del
reinado de Isabel II (1856-63) con el apoyo de los moderados y propició una
serie de empresas militares fuera de España con el objetivo de prestigiar la
monarquía, manteniéndose en el poder por el apoyo constante de la reina, la
prosperidad económica y la manipulación electoral. Miembros de la Unión Liberal tendrán también
una fuerte participación el al elaboración y desarrollo de la revolución
Gloriosa.
Por su parte los progresistas, su principal líder fue el general Espartero,
procedían de los exaltados de las Cortes de Cádiz y del Trienio Liberal y
siguieron una línea ambigua. Otros líderes: Mendizabal, Salustiano Olozaga,
Pascual Madoz, etc. Aceptaron gran parte de los principios del liberalismo
doctrinario, pero reclamaban la primacía de las Cortes sobre el rey, la
descentralización municipal y una interpretación más amplia de las libertades. La
constitución de 1837 adopta los principios del progresismo entre los que
destacamos la soberanía nacional, el sufragio censitario, una cierta tolerancia
religiosa, Cortes bicamerales (Congreso electivo y senado designado
directamente por el rey entre una lista triple por cada provincia), declaración
explícita de derechos y libertades individuales entre los que destacamos la
libertad de prensa sin censura previa, elección popular de los ayuntamientos…
Esta Constitución otorgaba también amplios poderes al monarca que ejercía el
poder ejecutivo, que compartía con las Cortes el poder legislativo, que
sancionaba y vetaba las leyes, que convocaba, suspendía y disolvía las Cortes,
aunque tenía que volver a convocarlas en un plazo de tres meses.
Los progresistas controlan el poder
entre 1835 y 1837, con la regencia de Espartero (40-43) y durante el Bienio
progresista (1854-56).
En 1868,
la revolución, conocida como la Gloriosa o Septembrina, abrió la posibilidad de
configurar un nuevo sistema político basado en los intereses de las clases
medias y en los principios del liberalismo democrático entre los que destacamos la soberanía popular sobre la que
debían asentarse todas las instituciones políticas, el sufragio universal
masculino, una rígida separación de poderes, la libertad de cultos y la
separación Iglesia y Estado.
Del
grupo progresista se va a producir una escisión en 1849, dando lugar al partido demócrata. Surgieron en la
década de 1840 como una escisión de los progresistas ante su creciente
moderación y constituyeron una minoría radical, a su vez dividida ente los
partidarios de la monarquía y los partidarios de la república. También está neófitos del socialismo español.
El 8 de abril de 1849, se publica en el diario el Siglo el «manifiesto de la
fracción progresista democrática» que se considera el nacimiento del Partido
Demócrata. Son más radicales y preocupados de las cuestiones sociales.
Defienden la soberanía nacional, el sufragio universal masculino, las
libertades de conciencia, asociación y expresión que debían garantizarse por la
tolerancia religiosa, el juicio por jurados y la libertad de imprenta. Se
declaran republicanos. Eran partidarios de restaurar la Milicia Nacional, y de
la abolición de las quintas y la abolición de los fueros y el establecimiento
de un sistema fiscal proporcional a la riqueza que anulase los impuestos
indirectos, en particular los consumos que afectaban a las clases populares.
También en sus publicaciones se hacía difusión del pensamiento socialista. Su
crecimiento es lento, tienen cierta actividad durante el Bienio Progresista,
pero después pasan casi a la clandestinidad (algunos de sus líderes pasan por
la cárcel, sufren cierres de periódicos y grandes multas) hasta los años
previos a la revolución del 68. Entrarán en contacto con los progresistas y
participarán en los pactos (Ostende y Bruselas) para la preparación de la
Revolución del 68. Los principios democráticos aparecen recogidos en la
Constitución de 1869 en la que se establecía, además de lo expuesto
anteriormente, Cortes bicamerales formadas por Congreso y Senado con iguales
atribuciones, libertad de cultos, derechos y libertades recogidos de manera
amplia (derecho de asociación y reunión) y la monarquía como forma de gobierno.
La mayoría de los demócratas encabezados por José María Orense, Francisco Pi y
Margall, Estanislao Figueras, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar defendieron la
República por lo que se refundó el partido bajo el nombre de Partido
Republicano Democrático Federal, a partir de la Revolución de 1868, mientras la
minoría encabezada por Nicolás María Rivero, Cristino Martos y Manuel Becerra y
Bermúdez defendió que lo fundamental era el reconocimiento del sufragio
universal (masculino) y de los derechos y libertades individuales y no la forma
de gobierno a la que consideraban "accidental". Esta minoría de
demócratas que aprobaron la monarquía fueron llamados "cimbrios". Principales líderes
serían: Nicolás María Rivero, Cristino
Martos y Manuel Becerra y Bermúdez. Prensa con ideas demócratas eran: La
Discusión o La Democracia. Una parte de
los “cimbrios” se integrarán en el partido Demócrata Radical de Manuel Ruiz
Zorrilla en 1870 (es una parte del antiguo partido Progresista) y el resto
desaparecerá en 1912 definitivamente.
Finalmente
tenemos que hacer mención a la tendencia
republicana. El desprestigio de la monarquía isabelina hizo ganar fuerza al
republicanismo en detrimento del partido demócrata. Los republicanos defendían
la república como la única opción verdaderamente democrática por permitir la
elección de todos los cargos públicos, incluyendo la jefatura del Estado, y
presentaban un fuerte carácter social y popular. El republicanismo desde sus
orígenes estuvo dividido en torno a dos corrientes ideológicas: federalismo
cuyo principal representante fue Pi y Margall y el unitarismo cuyo principal
representante fue Emilio Castelar. La federalista siempre fue la que contó con
mayor protagonismo hasta el punto de convertirse en artífices del proyecto de
Constitución de 1873.
A modo
de conclusión podemos decir que el modelo liberal que se asentó durante el
reinado de Isabel II, se caracterizó por su inestabilidad política y
constitucional con frecuentes cambios y alternativas de gobierno debido
fundamentalmente a la falta de consenso entre las familias liberales.
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