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jueves, 23 de mayo de 2019

TEORÍA COMPOSICIÓN 8. LA VIDA POLÍTICA DE LA RESTAURACIÓN (TURNO, CACIQUISMO Y FRAUDE ELECTORAL)


COMPOSICIÓN 8. LA VIDA POLÍTICA DE LA RESTAURACIÓN (TURNO, CACIQUISMO Y FRAUDE ELECTORAL)


ORIENTACIONES DEL GRUPO DE TRABAJO: Sempre tendo en conta a información subministrada polos documentos, o alumnado deberá facer referencia á consolidación do sistema canovista a través da configuración da “quenda pacífica” e ao funcionamento dun modelo político marcadamente oligárquico, caciquil, corrupto e fraudulento (pucheirazo); así como ás prácticas coercitivas empregadas sobre o electorado. Será necesario comentar brevemente a extracción sociolóxica dos caciques e indicar que as súas respectivas redes de influencia non se reducían ao ámbito rural.

La Restauración borbónica es el periodo que se extiende desde finales de 1874 hasta la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, en el que se vuelve a la recuperación del trono por parte de la dinastía Borbón, estableciendo un sistema constitucional parlamentario.
En la Restauración podemos diferenciar dos etapas: la primera de 1875 a 1902, en la que se instala y funciona perfectamente el sistema, comprende el reinado de Alfonso XII (1875- noviembre de 1885) y regencia de María Cristina (26 de diciembre 1885-1902); la segunda de 1902-1931 en la que el sistema pierde estabilidad, entra en crisis y se descompone.
La idea de la Restauración era resolver los conflictos políticos y sociales de la etapa isabelina y del Sexenio. Los objetivos eran: crear un sistema político compartido por todos los sectores burgueses, para evitar el recurso al pronunciamiento militar y mantener el orden social y económico y asegurar la exclusión de las clases bajas de la vida política (su actuación en el Sexenio alterara el orden social burgués).
El artífice y diseñador del sistema es Antonio Cánovas del Castillo, que plantea esa idea en el Manifiesto de Sandhurts.  El Manifiesto es una declaración que hace desde Inglaterra el futuro Alfonso XII (1-12-74), que fue redactada por Cánovas. En él se presenta como rey de todos los españoles (no como su madre, Isabel II, vinculada a los moderados), y apela a los principios del liberalismo y del catolicismo. El Manifiesto respondía a las aspiraciones de todos los sectores deseosos de orden y estabilidad. Alude a una soberanía compartida entre rey y cortes (“...fácil será que se entiendan y concierten sobre todas las cuestiones por resolver un príncipe leal y un pueblo libre”) y anuncia tolerancia en materia religiosa y liberalismo en materia política. Cánovas toma como ejemplo para su sistema el modelo inglés: la alternancia de dos partidos, el liberal y el conservador, con el respeto a la ley, y la consolidación de dos instituciones fundamentales, la corona y el parlamento. Defendía la monarquía constitucional doctrinaria como forma de Estado y de gobierno. (este párrafo se puede suprimir)
Para que el sistema funcionase era necesaria una nueva constitución, para eso se promulga la de 1876, ambigua y flexible que responde a las ideas conservadoras y que permite gobernar sin problemas a los dos principales partidos, el Conservador y el Liberal, que se alternarán en el poder (el turno), que no lo monopolizarán, y que no se tendrá que recurrir a los militares para acceder al poder, que los partidos sean leales entre ellos, y con capacidad de ceder por ambas partes en derechos y libertades (transaccionismo, transigir). También es necesaria la implicación de la Corona en el sistema y la existencia de una doble confianza: la del Rey, que es preeminente, él nombra al que será jefe de gobierno, y la parlamentaria: el jefe de gobierno tiene que tener el apoyo (mayoría) de las Cortes. Finalmente, para mantener la alternancia entre los dos partidos es necesario contar con el fraude electoral y el caciquismo, para asegurar el resultado esperado en las elecciones (encasillado), y tener controlados a las fuerzas políticas que están fuera del turno.
Para el funcionamiento del sistema es necesario contar con dos grandes partidos: Liberal y Conservador. No son partidos como los actuales, son agrupaciones de personalidades en torno a grandes figuras.  Se trataba de partidos de notables, con poca cohesión ideológica y estructura organizativa, sin estatutos ni afiliados. Tenían un carácter muy personal y los cambios de partido eran frecuentes. El líder tiene la misión de mantener unidas las distintas facciones del partido. Son los partidos dinásticos, porque ambos defienden la dinastía borbónica, son los partidos gubernamentales, porque son los únicos que forman los gobiernos en la Restauración, y son los partidos de la alternancia, porque se alternan en el poder del Estado Su base social era muy semejante: las élites económicas y las clases medias acomodadas.  Los dos son muy semejantes: son liberales y aceptan no monopolizar el poder y la idea de no hacer ninguna ley que el otro partido tenga que reformar al llegar al poder, son leales (hacerle “el caldo gordo”), y transigen en derechos y libertades.
Los dos partidos son: El Partido Liberal Conservador. Organizado en torno a Antonio Cánovas hasta su muerte en 1897, integraba a moderados, unionistas, algún progresista y algún sector católico. Y el Partido Liberal Fusionista. Unido hasta 1903 a Práxedes Mateo Sagasta, la otra gran personalidad de la Restauración. Aglutinaba a los progresistas y algunos unionistas, moderados y republicanos.  
Ambos defienden: la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y el Estado liberal unitario y centralista.
Diferían en que los conservadores eran proclives al inmovilismo y a la defensa de la iglesia y del orden social, por el contrario, los liberales eran defensores de un reformismo progresista de carácter laico.
Los partidos también aceptan otro elemento fundamental: el turno pacífico entre ellos. El funcionamiento teórico de la restauración era la construcción de un sistema constitucional parlamentario. Elecciones libres a Cortes para escoger los diputados, después la propuesta del Rey para formar gobierno al líder del partido que hubiera resultado vencedor en las elecciones. La práctica no era eso. . El sistema se producía del siguiente modo:
1-            Cuando el partido en el gobierno sufría una crisis o desgaste, el Rey llamaba a gobernar al otro partido. Así este contaba ya con apoyo de la Corona.
2-            El Rey entregaba al nuevo jefe de gobierno el decreto de disolución de las Cortes. Ya que el jefe de gobierno tiene que tener mayoría en las Cortes. Se “preparaban las elecciones”; obtenían la mayoría parlamentaria y estaban representados todos los partidos, y así parecía que el sistema funcionaba.
El turno contaba con dos condiciones: La implicación de la Corona en el sistema político como árbitro entre partidos (es el que nombra y cesa). El falseamiento electoral.
De este modo se sucede la alternancia entre los dos partidos: 
1875-81: Gobiernos iniciales de los conservadores. Interpretación restrictiva de los derechos y libertades; sufragio censitario; restricción de la ley de prensa, reunión y asociación. Persecución del movimiento obrero.    
1881-84: Gobiernos liberales. Primera alternancia pacífica. Primeras aperturas del régimen.
1884-85: Gobierno de Cánovas.  Sucede en ese momento la muerte de Alfonso XII. Ante esa circunstancia y que no haya hijo varón nacido y la presión de los carlistas; Cánovas y Sagasta se reúnen y acuerdan el Pacto de El Pardo de 1885 (24 de noviembre): apoyar a la Regencia, mantener el turno, esperar a proclamar al heredero ya que María Cristina estaba embarazada. Y Para garantizar ese acuerdo Cánovas dimite y deja gobernar a Sagasta, garantizando la lealtad y el turnismo.
1885-90: Gobiernos de Sagasta que introducen reformas: legalización de organizaciones obreras (1887), ley de juicios por jurados (1888), Código civil (1889), Sufragio universal para varones de más de 25 años (1890).
1890-92: Cánovas: 1891 se vuelve a establecer un arancel proteccionista. (crisis finisecular)
1892-95: Sagasta: intentos de Sagasta por evitar la guerra de Cuba. 1895-97: Cánovas. 1897-99: Sagasta.
1899-01: Silvela, Azcárraga. 1901-02: Sagasta.
Esta alternancia necesitaba el fraude electoral y el caciquismo. El control del proceso electoral se ejercía a través de dos instituciones: el ministro de gobernación y el cacique.
El ministro de gobernación (el gran elector), antes de las elecciones, hacía las listas de los candidatos a elegir, el encasillado. En el encasillado entraban los diputados del partido del gobierno, para tener una mayoría cómoda; los diputados del partido que pasaba a la oposición, para repartir escaños entre los principales líderes; y algunos diputados de otros partidos, para dar idea de pluralidad política. Después ordenaba a los gobernadores, alcaldes, concejales, administración en general y caciques que se produjera la consecución de esos resultados. Coloquialmente a los diputados que estaban en el encasillado le llamaban “ministeriales”, ya que contaban con el favor del gobierno, y, naturalmente, se facilitaba su elección; a los diputados de la oposición se les llamaba “legales”. La realización del encasillado era muy compleja, ya que había que contar con muchos líderes, y también tener en cuenta los distritos “enfeudados”, es decir los distritos que estaban controlados por una persona o familia y que no se podían cambiar. Los dos grandes electores fueron, Posada Herrera por los liberales y Romero Robledo por los conservadores. En realidad, todo es una farsa, no existe una verdadera contienda política. Al contrario de como correspondería a un sistema democrático, no son las elecciones quiénes deciden qué partido ha de gobernar, sino los partidos quiénes deciden quién va a ganar las elecciones, fabricando una mayoría cómoda para el partido vencedor y una minoría suficiente para el perdedor. El sistema del “encasillado” daba lugar a la imposición de diputados “cuneros” (no residentes en el distrito), que poco o nada se preocupaban de la realidad socioeconómica de sus representados.
 Por otro lado, está la figura del cacique. El cacique era un jefe local que controlaba una determinada área. Tenía no tanto poder económico como político para emplear la administración del Estado en beneficio de amigos y contra los enemigos. Hacía la tarea de intermediario entre el Estado y la comunidad. Al Estado le ofrecía el control de la comunidad y a esta su influencia en el Estado. La población buscaba en el cacique la solución a sus problemas: impuestos, leyes, obras, quintas del servicio militar, etc. El cacique era fundamental para la obtención de los resultados deseados. En cada provincia había uno o varios caciques que se correspondían con los grandes partidos políticos. Eran familias de comerciantes, hombres de negocios o de la administración, como las familias de los Bugallal o González Besada (del partido Conservador) o de los Montero Ríos y Gasset (del partido Liberal) en Galicia, que controlaban los distritos electorales de una o varias provincias, y que aumentaban su red de clientelismo a través de redes de negocios e incluso matrimonios.
Para su funcionamiento se valía tipo del fraude electoral de cualquier, de la poca participación en las elecciones (con el sufragio censitario hay pocos votantes y se puede controlar bien su voto; cuando se establece el sufragio universal se sigue controlando ya que los distritos electorales son pequeños y no vota todo el mundo) y del clientelismo. El clientelismo se daba más en el mundo rural como pervivencia de otras formas de dominación (arrendamiento de tierras, etc.), por la miseria e inseguridad del campesino y por el analfabetismo. Para el fraude electoral se valían de cualquier método: suplantación de las personas, soborno, la intimidación, la alteración de las listas, el impedir el voto, favores, empleos en la Administración, etc., y, si podía quedar alguna duda, el cambio de la urna por otra preparada, el pucherazo, para que en el recuento de los votos no hubiese sorpresas.
De ese modo se escogían los diputados. Los que quedaban fuera podían protestar, y presentar denuncias ante las Cortes, pero ahí la mayoría del gobierno en las Cortes resolvía siempre en su favor. 
De este modo el sistema de la Restauración funciona perfectamente, sin sorpresas.  Pero en los turnos de la década de los noventa el funcionamiento del sistema de la Restauración empieza a ser peor por: el fraccionamiento en los partidos dinásticos (dentro del partido Conservador y del Liberal aumentan las tensiones entre sus líderes que provocan dimisiones y cambios de gobierno, la desaparición de los líderes), el aumento de la conflictividad social (huelgas en las ciudades –celebraciones de los 1º de Mayo- y en el campo), aumento de los atentados anarquistas, del crecimiento del nacionalismo y la crisis de Cuba. La guerra de Cuba supondrá el inicio de la crisis. Comienza a extenderse la idea de Regenerar el sistema, y los gobiernos van intentar hacer algo, pero serán incapaces por las presiones de los sectores más intransigentes.


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