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jueves, 23 de mayo de 2019

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL Y TENDENCIAS POLÍTICAS




LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL Y TENDENCIAS POLÍTICAS



Entre 1808 y 1833 España vivió un largo proceso histórico caracterizado por el enfrentamiento entre dos modelos políticos e ideológicos bien diferenciados: absolutismo y liberalismo. La influencia de la revolución francesa y la invasión napoleónica marcaron el inicio de la revolución liberal en España que tuvo su máxima expresión en la Constitución de 1812.  El retorno de Fernando VII en 1814 supuso el restablecimiento del absolutismo y del A.R. que, exceptuando el periodo 1820-1823, se mantuvo hasta su muerte. Fue durante el reinado de su hija Isabel II (1833-1868) cuando el liberalismo se asentó definitivamente en España, pero se produjeron mayores dificultades que en otros países de Europa Occidental con mayor grado de desarrollo. La cronología de la época de Isabel II la podemos dividir en dos partes, etapa de regencias: a) María Cristina (1833-1840), b) general Espartero (1840-43); reinado personal (1843-68): a) década moderado (1844-54), b) Bienio progresista (1854-56), c) Gobiernos de la Unión Liberal (56-63) y final -descomposición- (1864-68).
El liberalismo puede definirse como una corriente de pensamiento que defiende un nuevo concepto de poder y de sociedad basado en la libertad, igualdad jurídica, limitación de la autoridad y participación política de los ciudadanos frente al absolutismo y a los privilegios del A.R. Entre sus principios destacamos: igualdad de todos ante la ley, limitación del poder político, soberanía de la nación, división tripartita del poder (ejecutivo, legislativo y judicial), participación de los ciudadanos en el sistema político, existencia de una Constitución como ley suprema fundamental…
La primera llegada del liberalismo se produce con la convocatoria de las Cortes de Cádiz, la legislación que promulgan y la redacción de la Constitución de 1812. Tendrá pocos efectos en ese momento, por el contexto de la guerra de Independencia y su posterior anulación con el regreso de Fernando VII.  Vuelve a estar vigente durante el Trienio Liberal (1820-23) pero con poca efectividad práctica. Hay que esperar a la muerte de Fernando VII para que se produzca la verdadera construcción del liberalismo. Pero la Constitución de 1812 tendrá mucha influencia en los textos posteriores y entre sus principales características podemos señalar:  HAY QUE SEÑALAR PRINCIPIOS DE LA CONSTITUCIÓN: En lo que respecta a la soberanía, se establece la soberanía nacional, en contraposición a la soberanía real, pero podemos interpretar como una soberanía de tipo popular ya que se expone, en la Constitución, que la Nación es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios, y que las Cortes son la reunión de los diputados que representan la Nación, es decir, ejercen la soberanía en representación de todos los españoles. Además, reforzando esa idea, se establece el sufragio universal masculino, para la elección de diputados (aunque indirecto en cuatro fases).  La forma de gobierno que se establece es la de una monarquía moderado y limitada, hereditaria en la familia Borbón. Se establece la división de poderes: el Legislativo en una única cámara… etc…. HAY QUE COMPLETAR………    ESTA CONSTITUCIÓN SE APRUEBA EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA, UNIDO AL PROCESO DE ELECCIÓN DE DIPUTADOS Y TENIENDO EN CUENTA QUE HAY QUE CONCILIAR POSICIONES ENTRE LOS ABSOLUTISTAS Y LIBERALES PARA LUCHAR CONTRA LOS FRANCESES. …Es de las más radicales, tendrá influencia, pero en los años posteriores, como veremos, sus principios se irán moderando.
A la muerte de Fernando VII, siendo menor de edad Isabel II, inicia la regencia María Cristina, que comienza a gobernar introduciendo pocas reformas liberales (gobierna con Cea Bermúdez que hace un gobierno absolutista moderado pretendiendo eludir las presiones carlistas y las liberales), por lo que no tiene el apoyo suficiente. El inicio de la guerra carlista, después de la reclamación del trono por parte de Carlos María Isidro (Manifiesto de Abrantes de 1833) la lleva a hacer el primer cambio llamando a Francisco Martínez de la Rosa (un liberal moderado “doceañista”), que desarrolla unas pequeñas reformas a través del llamado régimen del Estatuto Real. Estas reformas tampoco satisfacen a los liberales por lo que, ante el avance del carlismo, tiene que llamar a los liberales más progresistas en 1835. Entran los progresistas con Juan Álvarez Mendizábal al frente (sept. de 1835). Aplican reformas liberales (reformas económicas, desamortización, reforma ejército, etc.), pero los más moderados se asustan, por lo que es cesado (mayo de 1836). María Cristina llama a liberales, pero más moderados (Istúriz, que era contrario a la desamortización), pero una revuelta de sargentos en el palacio de la Granja, el 12 y 13 de agosto 1836, obliga a llamar de nuevo a los progresistas (la revuelta viene precedida de protestas de los liberales progresistas en diversas ciudades de al haber sido cesado Mendizabal, por la entrada de los moderados, por las supuestas manipulaciones de las elecciones a las Cortes del Estatuto Real que daban la victoria a los moderados, por el avance del carlismo en la guerra, y porque los soldados de la guardia no cobraban). De este modo el liberalismo triunfa definitivamente y se inicia la construcción del Estado liberal en España. Se extiende entre 1836 y 1868, un largo periodo que está dominado por el liberalismo moderado que es el preferido por la monarquía. El liberalismo progresista solo está vigente de 1836 a 1843 (aunque los moderados controlan el poder desde finales del 37 hasta que llega Espartero) y durante el Bienio Progresista, de 1854 a 1856, los moderados dominan desde 1844 hasta la caída de Isabel II. En esa construcción podemos hacer referencia a la presencia de algunos rasgos característicos:
                -El establecimiento de un liberalismo moderado (doctrinario) al igual que en Europa. Un liberalismo alejado de los excesos revolucionarios y de las demandas populares. Fue la corriente ideológica dominante durante el periodo isabelino, se caracterizó por una monarquía constitucional en la que el rey ejercía el poder ejecutivo y compartía el poder legislativo con las Cortes; por una soberanía compartida; por un sufragio censitario; por una limitación de los derechos individuales y por el catolicismo de Estado. Estos principios eran, además, los preferidos por Isabel II. Estos principios fueron asumidos, en mayor o menor medida, por los grupos burgueses, pero existieron diferencias a la hora de ponerlos en práctica y provocó la división de los liberales doctrinarios en moderados y progresistas.
                -Por el establecimiento de una monarquía constitucional, pero una Corona con poder (más en los moderados), la Corona reina y gobierna a través de sus ministros. La Corona comparte soberanía con las Cortes (su poder viene legitimado por ser la institución que da unidad al reino –institución tradicional junto a las Cortes-, por teoría del origen divino de su poder (rey por la gracia de Dios) y por ser representante de la nación. La Corona tiene iniciativa legislativa e interviene en la formación del Congreso y del Senado.
                -Por el establecimiento de un estado unitario y centralizado. Diferencia entre los moderados: muy centralizado y los progresistas: cierta descentralización (elección de alcaldes).
                -Por el establecimiento de un estado controlado por las clases propietarias (gobierno oligárquico). Deben gobernar los capaces, los inteligentes (el éxito y el dinero es expresión de eso). Deben votar solo los capacitados y por eso se establece el sufragio censitario (más en los moderados y menos en los progresistas).
                -Por la limitación de los derechos individuales, que debían estar regulados y con límites precisos, para evitar el desorden y favorecer a los grupos burgueses.
                -Por una peculiar alternancia en el gobierno: ya que los cambios de gobierno no son fruto de un proceso electoral libre, sino que está presente la actuación de la Corona que es quien cesa y nombra el jefe de gobierno ante una crisis. Y el jefe nombrado es quien controla el proceso electoral y consigue la victoria en las elecciones (fraude). Isabel II tendrá preferencia por el nombramiento de liberales moderados. Por eso otro rasgo de la construcción del liberalismo es el recurso al pronunciamiento por parte de la oposición para acceder al poder.
                -Por el recurso al pronunciamiento para acceder al poder por parte de la oposición. Quien ostenta el poder intenta monopolizarlo y, además,  la reina prefiere a los moderados, de ahí que la oposición tenga que recurrir a la realización de un pronunciamiento encabezado por un militar o grupo de militares con apoyo de sectores civiles del signo moderado o progresista (en función de quien está en el poder), para que la reina nombre un nuevo gobierno (si ya accede al conocerse el pronunciamiento) o, si se niega al cambio, que se formen Juntas revolucionarias en varias ciudades de España y se tenga que producir un enfrentamiento militar entre los partidarios de las dos tendencias políticas, para alcanzar el poder. Así se producen el motín de los sargentos de la Granja en agosto de 1836 que supone la llegada de los liberales progresistas y la reposición de la Constitución de 1812; la caída de la regente María Cristina tras la formación de multitud de juntas revolucionaria en varias ciudades como respuesta a la publicación de la nueva Ley de Ayuntamientos de 1840 (de signo moderado); el pronunciamiento de Torrejón de Ardoz de 1843 protagonizado por el general Narváez (moderado) que provoca la caída del Regente general Baldomero Espartero; el pronunciamiento de Vicálvaro,  entre el 28 de junio y el 28 de julio de 1854, que protagoniza el general Leopoldo O'Donnell (moderado) seguido a continuación de una insurrección popular que pone fin a la Década Moderada; el pronunciamiento del almirante Topete y del general Serrano (entre otros) el 18 de septiembre de 1868 (¡Viva España con honra!) que da inicio a la revolución Gloriosa o Septembrina con la que remata el reinado de Isabel II.
                -Por la constante intervención del ejército en la vida política, debido a la debilidad de la burguesía y de los partidos políticos. Los partidos políticos son agrupaciones de personalidades con prestigio y necesitan gente con popularidad para ganar las elecciones, por eso se integran los militares en los partidos políticos. Los militares obtienen prestigio con sus victorias (mitificación del militar -Espartero ante los carlistas-). Los partidos son débiles frente al poder del gobierno y necesitan el respaldo militar para derribarlo. No hay burgueses civiles con prestigio. La idea de que un gobierno militar garantiza un gobierno fuerte capaz de resolver los problemas. Hay que señalar que los militares secundan las ideas civiles, pero no establecen ni imponen una dictadura militar. Estos altos mandos militares son los “espadones” que dominan la vida política en la época de Isabel II, entre ellos destacan: Espartero, Narváez, Prim, Serrano, Topete, O´Donnell, etc.
                -Por la alternancia de varias constituciones: la reposición de la Constitución del 12, la Constitución de 1837 y el proyecto de Constitución de 1856 –la non nata- (de carácter progresista), y la Constitución moderada de 1845. Se suceden por la falta de entendimiento entre las distintas tendencias políticas que intentan imponer su modelo político y monopolizar el poder. Por eso se sucede la alternancia convulsa entre los distintos partidos y cada tendencia al estar en el poder quiera establecer su modelo a través de la imposición de una nueva constitución.
En cuanto a las tendencias políticas que tenemos en estos momentos podemos decir: No se trata de partidos políticos como los actuales. Los partidos políticos fueron los instrumentos para proveer de representantes a las instituciones del Estado y organizar las diferentes políticas. Estos primeros partidos tuvieron poco arraigo social ya que no eran más que una agrupación de personalidades alrededor de un notable, civil o militar, y no contaban con programas políticos elaborados. Se trataba de corrientes de opinión vinculadas por relaciones personales o por intereses económicos que se unían para participar en las elecciones. Los cambios de partido eran frecuentes. Los partidos liberales estuvieron encabezados generalmente por espadones, que eran generales del ejército que adquirieron protagonismo político debido a la amenaza carlista y se convirtieron en únicos garantes del trono de Isabel II y árbitros de la situación política.
Al inicio de la época isabelina tenemos dos tendencias principales, los partidarios del liberalismo y los del absolutismo. Estos últimos vas quedando con pocos partidarios, y cuando se inicia la Regencia de María Cristina, los más absolutistas, se alían con Carlos María Isidro en la lucha por el trono; reciben el nombre de carlistas:  agrupaba a los defensores de la monarquía absoluta, de la Iglesia Católica y de la conservación del sistema foral (Dios, Patria y Foros), son tradicionalistas, antiliberales (rechazan reformas impositivas y cambios liberales) e idealizan el medio rural y rechazo de la sociedad urbana e industrial; tienen el apoyo de  una parte de la nobleza rural, del clero, del artesanado y del campesinado del País Vasco, Navarra, parte de Cataluña, Aragón y Valencia. Descontentos con las reformas liberales y con la Regencia de María Cristina inician la 1ª guerra carlista (1833-1839). Después la derrota del carlismo y la firma de Convenio de Vergara en 1839 (entre el general Rafael Maroto y el general Espartero), por el que se aceptaba el mantenimiento de los fueros en las provincias vascas y Navarra, así como la integración de los oficiales carlistas en el ejército, el carlismo/absolutismo tendrá muy pocos seguidores, aunque provocarán dos guerras más (1846-1849 y 1872-76) que no tendrán mucha importancia.
La otra gran tendencia la constituye el liberalismo. Al principio es un único grupo frente al absolutismo, pero poco a poco se van a ir diferenciando dos tendencias que empiezan a gestarse durante el Trienio Liberal, entre los llamados “doceañistas”, (partidarios de reformar la Constitución del 12 en sus aspectos más radicales, aumentar el poder de la Corona, suprimir el sufragio universal) y los “veinteañistas” (profundizar en las reformas). Esta división se consumará en los años 30 dando lugar a los liberales moderados y los progresistas. El liberalismo fue la expresión ideológica de los intereses de la burguesía y no formó una doctrina ideológica homogénea ya que distinguimos entre un liberalismo doctrinario o moderado y un liberalismo progresista. Ambos aceptan: el  modelo de Estado centralista liberal-parlamentario; la existencia de una ley máxima o texto constitucional que recoja: los derechos y deberes de los ciudadanos, la división de los tres poderes y las características del jefe de Estado, gobierno y administraciones; el sometimiento de todos los ciudadanos a los mismos códigos de leyes y a la misma jurisdicción de justicia; El concepto de propiedad privada individual; el sufragio o derecho a elegir y ser elegido, siempre solo para los propietarios. Pero difieren en muchos aspectos como vamos a ver ya que las dos tendencias políticas representan los intereses de dos bases sociales distintas:
                La base social de los liberales moderados está integrada por una parte de los terratenientes, de los grandes burgueses (industriales, comerciantes, banqueros), de los altos mandos del ejército, de los compradores de las tierras desamortizadas...
                La base social de los liberales progresistas está integrada por los pequeños comerciantes, los empleados, los mandos inferiores del ejército, intelectuales y profesionales liberales.
                En los moderados o conservadores, su principal representante fue el general Ramón Narváez, duque de Valencia). Otros dirigentes son: Luis Gonzáles Bravo, Istúriz, Juan Bravo Murillo. Asumieron plenamente los principios del liberalismo doctrinario y fueron férreos defensores de la exclusión de las masas de la participación política y de un Estado unitario y centralizado a través del control de la vida municipal por el gobierno central (nombramiento de los alcaldes por el gobierno). La Constitución de 1845, expone los principios del moderantismo entre los que destacamos: la soberanía desaparece del texto constitucional y se entiende compartida entre el rey y las Cortes (art. 12), un sufragio fuertemente censitario, confesionalidad católica del Estado (art. 11), Cortes bicamerales (Congreso electivo y Senado de designación real vitalicio) (art. 13) y restricción de las libertades individuales entre las que destacamos la censura previa. En esta Constitución se establecía además la supremacía política de la Corona: tenía el poder ejecutivo, compartía la soberanía y el poder legislativo con las Cortes, nombraba libremente el gobierno, tenía derecho a veto, designaba a los senadores y tenía el poder de suspender, disolver y convocar las Cortes casi sin limitación. Acompañando esta Constitución desarrollan una legislación (promulgada sobre todo entre 1845 y 1854) para imponer su modelo, entre ella destacamos: la Ley de administración local y ayuntamientos de 1845, la reforma fiscal de la Hacienda, 1845, obra de Alejandro Mon y Ramón Santillán; la Ley de imprenta, 1845, obra de Pidal que impone la autorización previa del jefe político de la provincia para cualquier publicación; la creación de la Guardia Civil en 1844 y la supresión de la Milicia Nacional, y un nuevo Concordato con la Santa Sede en 1851. Toda esta legislación consolidaba un sistema políticamente autoritario y excluyente, socialmente oligárquico y administrativamente centralista. Que era posible imponer por la aplicación de una fuerte represión sobre las otras opciones políticas y las reivindicaciones sociales, con el uso sistemático del ejército y la Guardia Civil, del aparato judicial y del dominio ideológico de la iglesia sobre una población mayoritariamente analfabeta.
Los moderados o el moderantismo tampoco componen un grupo homogéneo. Entre ellos también hay varias tendencias: El grupo de Narváez, que podemos considerar de centro; LOS VILUMISTAS: Partidarios del ministro marqués de Viluma: pretendieron integrar el carlismo mediante el matrimonio de Isabel II con el sucesor de D. Carlos, regresar a una carta otorgada y dar marcha atrás a las desamortizaciones; enlazan con el movimiento neocatólico; Y LOS PURITANOS: Liderados por Joaquín F. Pacheco (será jefe de gobierno de marzo a agosto de 1847). Defendieron la Constitución de 1837 e integrar a los progresistas. Defendían la legalidad y tolerancia, por eso fueron llamados puritanos.
                Los moderados controlan el poder entre 1844 y 1854 (década moderada) y entre 1864 y 1868 con nuevos gobiernos de Narváez, O´Donnell y Luis González Bravo, que recurren al autoritarismo y la represión para mantenerse en el poder frente a la crisis económica, política y social que caracteriza el final del reinado de Isabel II.
De los moderados se producirá una escisión en 1854 formándose con el nombre de Unión Liberal un nuevo partido que atrajo a su seno a los grupos puritanos de los moderados y a los más conservadores del progresismo. Pretendía constituirse como una opción centrista entre los dos partidos clásicos, pero no presentaba ideológicamente ninguna novedad. Era básicamente una unión política con finalidades de gobierno que agrupaba a los sectores descontentos con la política moderada. Sus impulsores fueron el general Leopoldo O´Donnell y el general Serrano. Tambíen formó parte el general Prim y el general Topete. El O´Donnell ejerció el poder en la última etapa del reinado de Isabel II (1856-63) con el apoyo de los moderados y propició una serie de empresas militares fuera de España con el objetivo de prestigiar la monarquía, manteniéndose en el poder por el apoyo constante de la reina, la prosperidad económica y la manipulación electoral.  Miembros de la Unión Liberal tendrán también una fuerte participación el al elaboración y desarrollo de la revolución Gloriosa.
 Por su parte los progresistas, su principal líder fue el general Espartero, procedían de los exaltados de las Cortes de Cádiz y del Trienio Liberal y siguieron una línea ambigua. Otros líderes: Mendizabal, Salustiano Olozaga, Pascual Madoz, etc. Aceptaron gran parte de los principios del liberalismo doctrinario, pero reclamaban la primacía de las Cortes sobre el rey, la descentralización municipal y una interpretación más amplia de las libertades.  La constitución de 1837 adopta los principios del progresismo entre los que destacamos la soberanía nacional, el sufragio censitario, una cierta tolerancia religiosa, Cortes bicamerales (Congreso electivo y senado designado directamente por el rey entre una lista triple por cada provincia), declaración explícita de derechos y libertades individuales entre los que destacamos la libertad de prensa sin censura previa, elección popular de los ayuntamientos… Esta Constitución otorgaba también amplios poderes al monarca que ejercía el poder ejecutivo, que compartía con las Cortes el poder legislativo, que sancionaba y vetaba las leyes, que convocaba, suspendía y disolvía las Cortes, aunque tenía que volver a convocarlas en un plazo de tres meses.
                Los progresistas controlan el poder entre 1835 y 1837, con la regencia de Espartero (40-43) y durante el Bienio progresista (1854-56).
En 1868, la revolución, conocida como la Gloriosa o Septembrina, abrió la posibilidad de configurar un nuevo sistema político basado en los intereses de las clases medias y en los principios del liberalismo democrático entre los que   destacamos la soberanía popular sobre la que debían asentarse todas las instituciones políticas, el sufragio universal masculino, una rígida separación de poderes, la libertad de cultos y la separación Iglesia y Estado.
Del grupo progresista se va a producir una escisión en 1849, dando lugar al partido demócrata. Surgieron en la década de 1840 como una escisión de los progresistas ante su creciente moderación y constituyeron una minoría radical, a su vez dividida ente los partidarios de la monarquía y los partidarios de la república.  También está neófitos del socialismo español. El 8 de abril de 1849, se publica en el diario el Siglo el «manifiesto de la fracción progresista democrática» que se considera el nacimiento del Partido Demócrata. Son más radicales y preocupados de las cuestiones sociales. Defienden la soberanía nacional, el sufragio universal masculino, las libertades de conciencia, asociación y expresión que debían garantizarse por la tolerancia religiosa, el juicio por jurados y la libertad de imprenta. Se declaran republicanos. Eran partidarios de restaurar la Milicia Nacional, y de la abolición de las quintas y la abolición de los fueros y el establecimiento de un sistema fiscal proporcional a la riqueza que anulase los impuestos indirectos, en particular los consumos que afectaban a las clases populares. También en sus publicaciones se hacía difusión del pensamiento socialista. Su crecimiento es lento, tienen cierta actividad durante el Bienio Progresista, pero después pasan casi a la clandestinidad (algunos de sus líderes pasan por la cárcel, sufren cierres de periódicos y grandes multas) hasta los años previos a la revolución del 68. Entrarán en contacto con los progresistas y participarán en los pactos (Ostende y Bruselas) para la preparación de la Revolución del 68. Los principios democráticos aparecen recogidos en la Constitución de 1869 en la que se establecía, además de lo expuesto anteriormente, Cortes bicamerales formadas por Congreso y Senado con iguales atribuciones, libertad de cultos, derechos y libertades recogidos de manera amplia (derecho de asociación y reunión) y la monarquía como forma de gobierno. La mayoría de los demócratas encabezados por José María Orense, Francisco Pi y Margall, Estanislao Figueras, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar defendieron la República por lo que se refundó el partido bajo el nombre de Partido Republicano Democrático Federal, a partir de la Revolución de 1868, mientras la minoría encabezada por Nicolás María Rivero, Cristino Martos y Manuel Becerra y Bermúdez defendió que lo fundamental era el reconocimiento del sufragio universal (masculino) y de los derechos y libertades individuales y no la forma de gobierno a la que consideraban "accidental". Esta minoría de demócratas que aprobaron la monarquía fueron llamados "cimbrios". Principales líderes serían:  Nicolás María Rivero, Cristino Martos y Manuel Becerra y Bermúdez. Prensa con ideas demócratas eran: La Discusión o La Democracia.  Una parte de los “cimbrios” se integrarán en el partido Demócrata Radical de Manuel Ruiz Zorrilla en 1870 (es una parte del antiguo partido Progresista) y el resto desaparecerá en 1912 definitivamente.
Finalmente tenemos que hacer mención a la tendencia republicana. El desprestigio de la monarquía isabelina hizo ganar fuerza al republicanismo en detrimento del partido demócrata. Los republicanos defendían la república como la única opción verdaderamente democrática por permitir la elección de todos los cargos públicos, incluyendo la jefatura del Estado, y presentaban un fuerte carácter social y popular. El republicanismo desde sus orígenes estuvo dividido en torno a dos corrientes ideológicas: federalismo cuyo principal representante fue Pi y Margall y el unitarismo cuyo principal representante fue Emilio Castelar. La federalista siempre fue la que contó con mayor protagonismo hasta el punto de convertirse en artífices del proyecto de Constitución de 1873.
A modo de conclusión podemos decir que el modelo liberal que se asentó durante el reinado de Isabel II, se caracterizó por su inestabilidad política y constitucional con frecuentes cambios y alternativas de gobierno debido fundamentalmente a la falta de consenso entre las familias liberales.

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